En Anaka como en casa (casi)
Ainhoa Sagarzazu.- Soy palmera en Anaka. El otro día vi como operarios municipales talaban con saña uno a uno los vecinos casi centenarios de las calles de las villas de Anaka. ¿Qué han hecho de malo? ¿Dar sombra al vecindario? ¿Ofrecer hogar, escondrijo y refugio a una vasta población de pájaros que cantaban, danzaban, se perseguían y se seducían al amparo de su frondosidad? ¿A dónde huirán las aves desauciadas? ¿Volveré a deleitarme desde mi atalaya con las hermosas y sincronizadas coreografías aéreas que a menudo me regalaban?