Facundo Perezagua.- Vivo en Irún desde siempre. No puedo recordar en que año desfile en el alarde por primera vez, mi memoria comienza a fallar. Dicen que la memoria es selectiva y olvidamos o recordamos las cosas según el capricho de nuestro envejecido cerebro.
Lo que si recuerdo con clara nitidez son las enseñanzas de mis padres. Valores que me han acompañado durante toda la vida y que espero no perder jamás.
Era muy niño cuando la guerra asoló Irún. He visto su reconstrucción desde la perspectiva de los vencidos y puedo asegurar que no fue una época fácil. Mi padre era militante socialista, pero a pesar de perder una guerra y en ella a muchos amigos nunca renunció a sus ideas e intentó inculcárselas a sus hijos.
Otro recuerdo que el tiempo no ha podido borrar es la primera vez que pude votar. Me hubiese encantado poder hacerlo junto a mis padres pero fue demasiado tarde para ellos. Por ese motivo quizá supuso para mí una emoción mayor y sentía que depositaba tres papeletas en la urna en lugar de solo la mía. Casi lloro al recordarlo.
Desde entonces han pasado muchos años y muchas elecciones. He depositado mi papeleta en todas las convocatorias. Y junto a la mía la de mis padres. Siempre me ha parecido un bonito homenaje el seguir votando pensando en ellos y sus ideas. Ideas que también son las mías.
Aunque debo reconocer que cada vez me cuesta más ir a votar. No sé si es la edad, la desgana o el desencanto. Quizá todo a la vez.
Con el paso de los años he visto con tristeza como los ideales por los que lucharon mis padres poco o nada tienen que ver con el partido que he votado estos últimos tiempos. El partido socialista actual nada tiene que ver con el partido por el que sangraron mis padres. Pensándolo fríamente tengo que admitir que seguramente ellos no lo votarían en la actualidad.
Por eso esta vez he decidido plantarme, hacer análisis y escribir esta confesión. Prometo que no ha sido fácil. Nada fácil. Sobre todo cuando unas siglas han significado tanto en la vida de una persona y la de sus antepasados. Puede ser que sea demasiado viejo para empezar a hacer análisis ahora, pero dicen que nunca es tarde y quiero terminar mis días satisfecho con mis acciones.
Después de tanto ladrón y corrupto, después de comprobar que los que se dicen de izquierdas hacen la misma política que la derecha, después de tanta promesa incumplida confieso, ahora que estamos en época electoral, que no les volveré a votar en los pocos días que me puedan quedar. Ya está. Ya lo he dicho. ¡Que tranquilo se queda uno!
No tengo ninguna ilusión por votar. El entorno tampoco ayuda. Me refiero a mi familia. Mis hijos no votan, creo, yo nunca les he marcado nada y en caso de que votaran estoy seguro que al partido socialista no. Y no me extraña.
Estando así las cosas me preparaba para unirme a ese gran grupo que siempre gana las elecciones, es decir, los abstencionistas. Pero hace unos días hablando con mi nieto me preguntó, con un poco de sorna eso sí, que intención tenía para el 24 de mayo. Mi respuesta lo dejó atónito. No esperaba que le dijera que no iba ir a votar, me conoce bien. Entonces siguiendo con la charla yo le pregunté lo mismo porque para él son las primeras elecciones en las que puede votar y sentí curiosidad. “Yo votare a Bildu aitona”. No les voy a decir que me cogió por sorpresa porque un abuelo ve venir a su nieto. Hablamos largo rato sobre sus motivos para votar a Bildu, y ¿saben qué? Tiene razón.
Esta vez he recuperado la ilusión. La primera vez que fui a votar no pude ir con mis padres pero en la que puede ser la última iré con mi nieto en su primera votación. ¡Qué recuerdos se agolpan en mi mente! Siento ilusión, nostalgia y emoción todo al mismo tiempo. Y con mi papeleta también irá la de mis padres, sus bisabuelos, o “birraitonas” como dice él.
Juntos votaremos a los únicos socialistas que quedan. Juntos votaremos a Bildu.
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