Mugitu! Mugimendua.- Llevamos años en Euskal Herria alertando sobre el carácter destructivo del Tren de Alta Velocidad. El TAV mata montañas, valles, bosques, pueblos, caseríos, y ríos entre otras cosas. Las personas también son víctimas del TAV: más de treinta trabajadores han muerto en el tajo del TAV en el Estado, y seis de ellos en Euskal Herria. Y en Santiago, el TAV ha dado un salto cualitativo matando a casi ochenta viajeras y viejeros, dejando un reguero de más de cien personas heridas.
A medida que se alimenta con dinero el TAV el servicio que el tren convencional ofrece a la mayoría de la población va empeorando y reduciéndose, con lo que viajar en TAV deja casi de ser una opción al no haber muchas veces otra.
Como la tragedia de Santiago ha mostrado, es prácticamente imposible garantizar la seguridad de quienes viajan a semejante velocidad. Esta misma es el problema en sí mismo. La nefasta gestión que ha dado lugar al siniestro en cuestión vendría después. En este sentido podemos afirmar que el de Santiago no ha sido un accidente, sino un suceso consecuencia de la velocidad misma, por ser la tragedia inherente a ella, no una circunstancia.
La clase dirigente nos ofrece la velocidad como paradigma de desarrollo. Esto, a nuestro parecer, no trae más que consecuencias perniciosas: a medida que aumenta la complejidad de la tecnología también aumenta la probabilidad de cometer fallos. El problema no es coyuntural sino que reside en la estructura misma de una sociedad que vincula bienestar con velocidad. Además, en este modelo de sociedad surgen desigualdades y nuevas jerarquías entre quienes van más y menos rápido.
Parece que en los trágicos momentos tras el desastre, la máxima preocupación del gobierno es no ensuciar el nombre de la Alta Velocidad Española, por estar en juego contratos como el de Brasil. En ese sentido condenamos la exportación de la nocividad a otros lugares del mundo. ¡No a TAV, ni aquí ni en ningún sitio!
Pensamos que lo que debería preocupar al gobierno es que una tragedia de estas dimensiones no se repita, y para ello exigimos la paralización inmediata y definitiva de las líneas de alta velocidad, tanto las que ya están construidas, como las que están en obras.
La clase dirigente se esfuerza en hechizarnos con la alta velocidad, haciéndonos creer que ir de un lado para otro a todo correr es reflejo de calidad de vida. No compartimos ésto para nada. Al sistema le conviene tenernos ocupados yendo de un sitio a otro a prisa y corriendo, sin tomar nuestro tiempo para reflexionar que la velocidad es otro mecanismo capitalista de sometimiento. Nosotras, sin embargo, queremos ir a nuestro ritmo, y no al que nos impone la clase dirigente. Y queremos gozar del viaje y de la vida. Por ello reivindicamos darle a los pedales, ya que creemos que un modelo de sociedad más justo llegará en bicicleta.
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