bidasoa.hitza.eus.- Desde julio la Red de Acogida de Irun ha recuperado las labores de acogida. Ya se han acostumbrado a la situación provocada por el COVID-19 y, como en los dos últimos años, han recibido diariamente a los migrantes.
El pasado mes de julio la Red de Acogida de Irun dio el paso de recuperar las labores de acogida, tras varios meses obligados por el COVID-19 a suspender el voluntariado. Desde entonces han vuelto a trabajar 24 horas, recibiendo y recibiendo a los y las migrantes y garantizando en algunos casos la posibilidad de pasar la noche. Han recuperado, además de ganas, la marcha de siempre y, cómo no, con todas las «medidas sanitarias» que exige la nueva situación.
El verano es la época más movida del año en los dos últimos años, y teniendo en cuenta la actual emergencia sanitaria, los y las componentes de la red reconocen que esperaban más movimientos. «Han llegado menos personas de las que esperábamos, pero el flujo ha sido constante un año más. En las dos semanas de julio llegaron muchas mujeres, pero a partir de ahí han llegado unas 15 al día», explica Josune Mendigutxia, voluntaria de la red.
Atendiendo a los datos recogidos de la vuelta, este verano han atendido a unas 1.000 personas, unas 300 al mes. «Sin embargo, debemos tener en cuenta que normalmente conocemos la mitad de los y las que pasan por Irun, por lo que diríamos que han pasado cerca de 2.000», ha añadido Jon Aranguren, voluntario de la red.
A excepción de las primeras semanas de julio, afirman que se ha repetido el perfil de los migrantes de la red, es decir, llegan especialmente los hombres mayores de 20 años. Las mujeres, por su parte, representan entre un 5-10% las personas asistentes. El origen de estos y estas migrantes es el mismo que en los últimos años: «La mayoría son de África occidental, Guinea Konakry, Mali o Costa de Marfil. El 80% de los y las llegadas a la ciudad provienen de ella».
Más allá de su origen, Aranguren ha querido destacar que en los últimos meses se han recibido numerosos grupos de migrantes conocidos como «dublinados». Los y las voluntarias de la red han definido que están dando vueltas por Europa y que no han recibido una acogida digna en ningún sitio. «Hace un año veíamos algún «dublinato» de vez en cuando, pero hoy es algo cotidiano. No tienen sitio fijo para quedarse. Europa les ha negado la acogida y están a la deriva. Es una barbaridad que les obliga a gastar los mejores años de su vida».
La mayoría de los y las migrantes tienen como objetivo atravesar la frontera política de Irun, pero en este último paso la red ha querido denunciar que siguen encontrando más obstáculos. Han explicado que la policía francesa sigue con los «controles racistas», haciendo devoluciones ilegales. «Ese dinero que invierten en asombrar y controlar a los migrantes sería suficiente y exclusivamente para una atención digna al público», ha añadido, enfadado, Aranguren.
El refugio, la lucha eterna
A pesar de que desde el año pasado hay en Irun (barrio de Belaskoenea) un centro especialmente acondicionado para los migrantes, la red ha denunciado que muchas de las camas han quedado vacías, muchas de ellas forzadas a dormir en la calle. Y con la situación provocada por el covid-19, Mendigutxia ha precisado además que la situación ha empeorado. Por motivos de salud, de las 100 camas del albergue sólo están disponibles 50. Sin embargo, teniendo en cuenta el goteo de este verano, Mendigutxia dice que nunca se ha llenado el albergue y que han vuelto a dejar a mucha gente en la calle.
El voluntario ha cargado duro contra la gestión de la Cruz Roja que gestiona el albergue por su gestión realizada durante el último año y especialmente durante los meses post-confinamiento. «No tenemos relación alguna con Cruz Roja. No nos cuentan nada, cambian las condiciones de un día para otro», ha señalado con rabia.
Mendigutxia ha tenido que llevar a los migrantes al refugio en coche o a pie con asiduidad y ha recordado dos "vergonzosos acontecimientos" ocurridos en las últimas semanas. La semana pasada ha contado que un grupo de hombres llegados de Ceuta se han dejado en la calle, entre 7 y 8 personas. Y el otro día ha contado lo ocurrido con una familia. «Una pareja llegó con dos hijos y los de la Cruz Roja me dijeron que todos pasarían la noche allí. Pero al día siguiente encontramos al padre en la calle. Nos mintieron a la cara. Si nos hubieran dicho la verdad, buscaríamos a este hombre una alternativa para dormir, fue vergonzoso».
La red necesita más voluntarios para recibir en Gautxorieta y en la zona de San Juan.
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