Bidasoaldeko Lagunak.- Poder pasear por su pista, al no despegar ni aterrizar aviones en ella, es lo que le llevó al ínclito Presidente de la Diputación de Castellón, Carlos Fabra, a decir que su flamante y vacío aeropuerto era:”un aeropuerto para las personas”. ¿Va camino de convertirse el de San Sebastian en otro aeropuerto para las personas? Ojala sí, pero en un sentido más coherente.
El aeródromo de Hondarribia fue construido con los criterios de mediados del siglo pasado, tanto en su justificación y concepción como por su ubicación. No olvidemos que en aquellos años la dictadura franquista necesitaba demostrar su vigencia y que sacaba al país del subdesarrollo. No considerar estas premisas es hurtar una parte fundamental del debate que instituciones y ciudadanía debemos abordar sin dilación, y no solo sobre ampliaciones o acortamientos de la pista, sino sobre su misma continuidad.
Un día se publica que la normativa de seguridad exige el acortamiento de su pista en 150 metros por cada extremo y que las obras empezarán en febrero del año que viene para luego encontrarnos con declaraciones como esta del Diputado General de Gipuzkoa: “Desde el punto de vista de las administraciones públicas, haremos todo lo que esté en nuestra mano para que esas restricciones posibles se puedan posponer, o desde luego, para que no se puedan aplicar”. (Europa Press 26/07/2016)
Este tipo de declaraciones, como las que nos anuncian la intención de hablar con el Ministerio de Fomento para buscar soluciones alternativas, como si las medidas de seguridad fueran caprichosas, solo parecen atender a un empeño obsesivo de algunos de nuestros políticos en inculcarnos las supuestas bondades y necesidad de este aeropuerto.
Este aeropuerto, según declaraciones de su director, para no ser deficitario necesita más de 750.000 pasajeros/año. Con todos los porcentajes de incremento de usuarios que tanto nos publicitan, la cifra actual ronda solo los 250.000. Si tan grande fuese la demanda no haría falta la subvención de 10.000 euros, por cada uno de los 12 vuelos de la flamante conexión con Londres, por parte de nuestro ente foral. No es muy sostenible plantear que el déficit económico, el mantenimiento y las obras los paga el gobierno central, como si los recursos del estado no se nutrieran también con nuestros impuestos, como tampoco será necesario mentar a esas compañías interesadas en operar desde Hondarribia y que resultaron ser un bluf.
Aunque lo expuesto son razones a considerar seriamente en el debate sobre esta infraestructura, no son menos importantes los aspectos medioambientales, como la seguridad y calidad de vida de los que residimos en el entorno y las afectaciones a los espacios protegidos Red Natura 2000 (ZEC y ZEPA) y Humedal Ramsar de importancia mundial en los que está implantado el aeropuerto.
Es en este campo en el que centraremos nuestros esfuerzos como organizaciones defensoras del medioambiente y la naturaleza, como ya lo hicimos en anteriores ocasiones. No podemos dejar de recordar que quienes salimos beneficiados con la preservación y mejora del medio ambiente somos las personas, esas a las que hace alusión el título.
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