Los servicios intangibles de los vecinos invisibles de Artia

Foto: Irun, Gipuzkoa, desde su barrio de Artia- Autor. Oscarorgr. commons.wikimedia.orgBeatriz Arana.- En estos momentos de emergencia climática cada vez más gente somos conscientes de que los árboles, con su mera existencia, frenan el deterioro ambiental y revierten el calentamiento global. Es por ello que cientos de miles de personas participan en masivas plantaciones de árboles en todo el mundo.

La importancia, el significado y la belleza de los árboles urbanos, sin embargo, pasan a menudo desapercibidas en las ciudades, donde tenemos demasiada prisa, ocupaciones y preocupaciones como para reparar en estos callados pero elegantes vecinos, que a pesar de estar quietos, nunca paran de trabajar. Sólo cuando nos detenemos a contemplarlos apreciamos parte de todo lo que generosamente nos ofrecen sin pedir nunca nada a cambio.

En un barrio como Artia, altamente congestionado por el cemento y la contaminación, los árboles son los pulmones del barrio. Además de velar por su salud, ejercen una importante función pedagógica: los niños y las niñas que aquí viven conocen gracias a ellos el paso de las estaciones. En invierno, cuando se desnudan, la forma de sus ramas nos resulta familiar. “Mira, amá, las ramas de ese árbol se parecen a nuestros bronquios. Se nota que ellos también respiran” En primavera, el intenso verde de las hojas recién nacidas es un placer para la vista y para las aves, quienes en su frondoso follaje hallan refugio, hogar y descanso. “Escucha amá los trinos de los pájaros. Se ve que están contentos porque ha llegado la primavera”. En verano, los árboles proporcionan sombra, frescor y protección contra los implacables rayos del sol. “Amá, vamos debajo de ese árbol, que hace mucho calor”. En otoño, su espectacular despliegue cromático los convierte en oscuro objeto del deseo de cualquier artista. Y es que los árboles son en sí obras de arte en continuo, movimiento y transformación.

La ofrendas diarias de los tilos de Artia al vecindario son, como todo lo esencial, invisibles a los ojos pero imprescindibles para la vida. Junto con la de otros árboles y las algas del océano, su masa de hojarasca fabrica y emite el oxígeno que las vecinas respiramos. Además, retienen en sus hojas las partículas que flotan en el aire, gracias a lo cual no las inhalamos al respirar. En este barrio, donde abundan los gases tóxicos producidos por miles de coches y calefacciones, estos tilos urbanos actúan como auténticos filtros de impurezas, ayudándonos a respirar un aire más limpio. Fabrican su propio alimento, realizan la fotosíntesis y absorben las sales minerales del suelo. Estos tilos engullen a diario el dióxido de carbono del incesante tráfico que va y viene de Behobia. Y es que los tilos, además de ser los sumideros de toneladas de CO2 son también auténticos balones de oxígeno. Y por si ésto fuera poco, ejercen también de barrera favorable amortiguando el viento y absorbiendo el ruido de los vehículos, a la vez que protegen el sistema auditivo del vecindario.

Las servicios intangibles de estos árboles también los gozamos el resto de la población de Irun. Cuando el ayuntamiento anunció que sustituiría algunos ejemplares por otros más jóvenes y de menor envergadura, quienes amamos estos tilos atisbamos tras ese eufemismo una actuación que supondría a nuestro juicio un grave e irreversible delito ecológico. Talar en una primera fase 47 tilos supone arrancar de cuajo los benefactores que durante 40 años han ofrecido generosamente servicios a la comunidad que otros árboles más jóvenes nunca podrán ofrecer. Porque estos tilos son unos de los vecinos más arraigados del barrio. Y a un vecino con solera y buena salud no se le sustituye por otro más joven. ¿Cuándo se dará cuenta el Ayuntamiento y quienes exigen la tala de los tilos que estamos hablando de seres vivos? ¿Qué problemas han dado al barrio todos estos hermosos árboles en medio siglo de existencia?

Argumentando que algún ejemplar se cayó durante el temporal se alude a la seguridad para justificar la tala. Hay que tener en cuenta no obstante que cuando aquéllo sucedió las condiciones meteorológicas fueron excepcionalmente adversas. Hay muchas más probabilidades de que caiga sobre cualquier vecina o vecino cualquier otro elemento del mobiliario urbano. De hecho, durante el último temporal hace a penas dos semanas todos los tilos se mantuvieron bien firmes mientras que una farola cayó sobre la carretera en la Avenida de Letxunborrro. ¿Acaso el ayuntamiento se ha planteado quitar todas las farolas ante el peligro que suponen?

El ayuntamiento esgrime también la excusa de que algunos vecinos solicitaron la tala. Aunque esto sea verdad, no es menos cierto que otro nutrido grupo de vecinos defienden a estos auténticos guardianes contra el cambio climático y exigen la paralización de la tala. El colectivo Artiako Lagunak solicita un estudio técnico imparcial ya que el informe en el que se apoyan para proceder a la tala ha sido realizado por la misma empresa adjudicataria de cortar los árboles. Este informe realizaría un estudio pormenorizado e individualizado de cada árbol para determinar su estado y tomar la decisión correspondiente.

Estos tilos son un bien común. Ellos son los pulmones de Irun y su eliminación sería un atentado contra la salud colectiva. Por suerte el ayuntamiento está aún a tiempo de rectificar. Confiamos en que antes de proceder a la tala escuche y valore todas las opiniones, no sólo las de unos pocos. Creemos que un consistorio como el de Irun, moderno, progresista y verde ha de actuar como tal. Hemos de subir a la ola de la creciente conciencia planetaria que sabe que tan importante como plantar árboles jóvenes donde no los hay es respetar a los curtidos ejemplares sanos que ya existen. Porque un mundo con árboles añejos es un mundo mejor.

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