¿Migración? A voluntad

Egia eta gezurra

La lectura del artículo ¿Migración? No, gracias, publicado el pasado 22 de octubre en dos medios del mismo grupo, nos ha sorprendido muchísimo. Un autor, que se define de izquierdas pero que comparte algunos argumentos y conclusión con la ultraderecha.

Lo primero que nos llamó la atención es el lenguaje, nunca inocente, que toma prestado del discurso de la extrema derecha. La migración es considerada masiva, bárbara, una lacra, un cáncer, un mal, en contraste con la actitud de nuestra generosa Euskal Herria. No se nombra ni una sola vez la migración forzada ni la migración con derechos.

El autor presenta una versión bastante inexacta de la posición del gran capital ante el hecho migratorio hoy.

Caído el muro, [y]. Conseguida la hegemonía, ¿por qué mantener en el mundo occidental unos derechos que encarecían la mano de obra y obstaculizaban la acumulación? La solución fue sencilla: unas cuantas guerras en África y Oriente Medio para robar dos cosas a un tiempo: recursos naturales y mano de obra barata.

Olvida esta versión que el colonialismo y expolio de recursos a los países colonizados existe desde hace siglos, que las guerras imperialistas vienen sucediéndose desde cientos de años atrás y todo este sistema de explotación se llevó a cabo con migraciones hacia los países colonizados (la más despreciable el esclavismo). La naturaleza profunda del colonialismo no ha cambiado. La consecuencia de la migración forzada hacia los países del Norte global es una consecuencia no deseada, producto de esos siglos de expolio ininterrumpido que impide el desarrollo económico, social y político autónomo de estos países y que, en su fase actual, lleva a la devastación de la tierra arrasando con todas las formas de la economía tradicional. Se acabó, no hay cómo vivir. (Sin olvidar, por supuesto, la interrelación de estas causas con otras: guerras, patriarcado, violación de los derechos humanos, etc.).

La migración no es “una lacra que hipoteca a los pueblos que vacía”, como pretende hacernos creer el autor, esa hipoteca ya existía, continúa existiendo, no se puede, para colmo, culpabilizar a las personas migrantes de la situación en que queda su país de origen tras su marcha. La responsabilidad es nuestra, somos las sociedades del Norte global las que no estamos siendo capaces de frenar el modelo de extracción, producción y consumo que obliga a millones de personas a dejar su país. Las personas migrantes vienen aquí, porque nuestras empresas y nuestras armas están allí.

Contrariamente a lo que se afirma en el artículo no hay, por parte del gran capital, ninguna campaña orquestada en los medios a su servicio para crear una opinión a favor de la migración. ¿En qué datos puede sustentarse semejante afirmación cuando todo el aparato político, jurídico, militar y policial del sistema capitalista está diseñado para frenar la migración? En todo caso es más acertado juzgar las verdaderas posiciones en función de lo que se hace y no de lo que se dice. El cierre de fronteras es una práctica constante. Por citar solo un ejemplo, las decenas de acuerdos de los países de destino con los países de origen para que sean éstos quienes frenen los tránsitos migratorios en sus territorios. Lo hacen y lo dicen. En 2016 el Ministro del Interior de Bélgica propuso que Grecia no dejara pasar los botes que llegan a sus costas dejando a la gente ahogarse en el mar. Otro caso, que nos toca más cerca en la distancia y en el tiempo, cuando el Presidente del Gobierno español consideró “un trabajo bien hecho” el asesinato de 37 migrantes en las vallas de Melilla el pasado mes de junio.

El sistema capitalista es racista. No quiere población migrante, pero la necesita. Ocasionalmente, por su interés, puede abrir pequeños espacios a personas migrantes profesionalmente cualificadas.

Aun siendo una consecuencia no deseada la migración se produce, debido a la ampliación de la brecha de la desigualdad entre el Norte y el Sur globales. Y, ahí sí, el sistema capitalista opta por forzar una migración irregular para poder ejercer con mayor facilidad la sobreexplotación de una mano de obra sin derechos.

En cuanto a la relación de la parte de clase obrera autóctona con el sector migrante de su misma clase, el artículo se desliza por la pendiente propia de las redes sociales de ultraderecha que intoxican con sus mensajes del estilo de “Las personas migrantes nos quitan el trabajo y empujan los salarios a la baja”. Mensajes muy contraproducentes para impulsar la necesaria unidad de los miembros de la clase obrera independientemente de su país de nacimiento. Correspondería a la izquierda contrarrestar estos bulos y explicar que las personas migrantes no vienen a arrebatarnos nuestros derechos (en todo caso nunca mejor defendidos que si los hacemos derechos de todos). Vienen, con todo el derecho, a reclamar la parte de la riqueza que como pobladoras del planeta les corresponde y que antes les hemos arrebatado.

El autor carga las tintas contra la migración masiva que “desarma a los trabajadores locales y hace peligrar sus conquistas sociales”, “esa bárbara migración, dedicada a impulsar beneficios empresariales explotando al recién venido y estrujando más al nativo.” Presentando al inmigrante como el mejor instrumento en manos de la burguesía nacional “para precarizar y desmantelar una sociedad, como la vasca, con tradición social y recursos sindicales y políticos para defenderse.” Posiciones que nos retrotraen a los años del nacimiento del primer sindicalismo nacionalista vasco, primeros del S. XX, y su carácter reaccionario en lo referente a su consideración de la clase obrera inmigrada como enemiga de los intereses de los trabajadores vascos. (Beltza, 1977, p. 116). Estas posiciones afortunadamente no tienen ningún peso en la izquierda vasca que hace tiempo asumió que vasco es quien vive y trabaja en el País Vasco.

El único dato que aporta de esta supuesta presión a la baja de los salarios debido a la afluencia de personas migrantes, es el caso de una vecina de su pueblo, trabajadora de hogar, que afirmó en una reunión estar cobrando la mitad de lo que cobraba antes culpabilizando de ello a la migración. Sustentar en público una tesis general, sobre un tema de tanta repercusión social, es una frivolidad irresponsable. Los datos que publica AHT-ELE son que el salario mínimo bruto para 40 horas en 14 pagas era de 655,20€ en 2016 y de 1.125,83 a partir del 1 de septiembre de 2021 (incremento del 72%).

Como dice Yayo Herrero: “es una locura confiar y seguir a quien señala a otros como culpables, a quien esconde las posibilidades de medrar detrás de la persecución de los que tienen otro color de piel, no nacieron aquí, tienen menos que el resto, y no se resignan ante la desposesión y el despojo.

El autor trata de revestir estos argumentos reaccionarios de un tinte solidario para reivindicarse de izquierdas. Intento baldío. En primer lugar a las personas migrantes no es solo que se les deba “atender dignamente” como dice el artículo, se le deben reconocer los mismos derechos que tenemos, cosa bien distinta. Afirma que “La defensa radical de los derechos de refugiados y migrantes debe ser pareja con la lucha por frenar la migración.” La lucha que desarrollan desde hace años las organizaciones por los derechos de las personas migrantes no es, en ningún caso, por frenar la migración sino por la desaparición de las causas de la migración forzosa. Lo que no es lo mismo, ni parecido. En el caso de las organizaciones la propuesta es “pueden venir y lucharemos codo con codo contra la situación que le ha forzado a hacerlo”. La propuesta que se desprende del artículo es “hagan su revolución (contra las empresas que nos pagan nuestros salarios del Norte) y no vengan aquí a j…. y bajar nuestros salarios”. ¿Se plantea el autor que puedan vincularse las personas migrantes -como sujetos de acción política-, en defensa de sus derechos y contra la migración? Una nueva versión del todo para el pueblo pero sin el pueblo.

Detrás de los postulados del autor late la concepción de un ellos y un nosotros. Se afirma que la migración “lastra a los pueblos”. No aclara en qué sentido. Por si se refiere a que resulta una carga económica no sería el caso. En Euskadi el consumo familiar de la población extranjera en 2018 aportó a la economía vasca 810 millones de euros más de lo que recibió por parte de la administración pública (Ikuspegi, 2020).

Y se remacha el clavo diciendo que “desarticula a los pueblos que la reciben”. [ya que] “Durante generaciones, los recién llegados serán ciudadanos de segunda, bolsas en el límite de la exclusión social, con sus secuelas de marginalidad, delincuencia y choque de culturas.” Excluidos, marginales, delincuentes, inadaptados. Racismo destilado. ¿No les parece que esa maldición proyectada hacia el futuro produce el mismo efecto que a continuación trata de achacar a la extrema derecha como fomentadores del odio y el miedo al extraño? Confío en que las posiciones de este artículo no tengan ningún seguimiento en las filas de la izquierda; eso sí sería de temer.

El autor no se plantea, siquiera como hipótesis, la posibilidad de que una migración con derechos (por la que luchan las personas migrantes) pudiese dar lugar a una situación de convivencia totalmente distinta a la dibujada en su pronóstico. Ni una sola palabra sobre qué estaría en nuestra mano hacer para que tal pronóstico no se cumpliese. Nada sobre vínculos vecinales, laborales, escolares, de amistad, que permitiesen una integración (sin pretensiones de asimilación) de la población nacida en otros países sin esperar generaciones.

Mientras, hoy día uno de cada tres nacimientos en Navarra ya es de madre emigrante. Mañana serán mayoría. Una bomba retardada”. Solo en el racismo (por lo visto puede darse un racismo izquierdista) encontramos explicación para estas palabras en las que resuena de nuevo el eco de la ultraderecha. No era un lapsus el no mencionar una migración con derechos. El autor se muestra en contra de la migración con o sin derechos, ahora sin pantallas protectoras de izquierdas que disfracen su pensamiento profundo porque conduce a la desarticulación de los pueblos que la reciben. El pensamiento sabiniano es así rescatado de la ganbara de la historia para ser llamado a entrar por la puerta de una izquierda sui géneris.

Nosotros somos los buenos (nuestra generosa Euskal Herria) y ellos los “parias” esclavizados. No son tomados en cuenta en su condición de sujetos políticos que, en ejercicio de su derecho de autodeterminación personal, han tomado una decisión, forzada sí, pero propia, de migrar amparadas por el artículo 13 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos que dice que «Toda persona tiene derecho a salir de cualquier país, incluso del propio, y a regresar a su país». Nosotras no vemos parias sino personas en movimiento a favor de la redistribución de la riqueza en el mundo, las que se han rebelado, las que no aceptan el papel de víctimas desahuciadas que el sistema les ha adjudicado.

En fin, no consideramos que el autor del artículo tenga una opinión solvente para hacer recomendaciones a la izquierda en materia de migración. Más bien pensamos que le convendría hacer una seria reflexión sobre su propio pensamiento y considerar a favor de quién juegan sus posiciones antes de lanzarse a hacerlas públicas.

  • Germán García Marroquín,
  • Itziar Fernández Mendizábal,
  • Luisa Menéndez Aguirre,
  • Marian Martínez Gavilán
  • Arantza Gutiérrez Paz,
  • Luis Arbide González,
  • Miguel Virizuela Echaburu

De la Plataforma Ongi Etorri Errefuxiatuak

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