Jon Mikel Sagastibeltz.- Soy un ciudadano cívico. Le doy a la llave de contacto de mi coche y pongo en marcha una tonelada de chatarra para que transporte mis setenta kilogramos. Lleno mi depósito con gasolina que ni sé ni me importa de dónde procede ni cuántas guerras ha causado. El asfalto que piso en la autovía ha desgajado del paisaje caseríos, valles y bosques parecidos a los que admiro por la ventanilla. El centro de la ciudad es mío y los metros cuadrados que ocupo con mi coche en movimiento se duplican en el aparcamiento.
Voy conduciendo por el Paseo de Colón. A diestra y a siniestra dos nutridos grupos esperan varios minutos a la luz verde para iniciar una vertiginosa carrera hacia la otra acera. Una anciana no la ha alcanzado a tiempo. Le regalo cívicamente unos segundos antes de arrancar de nuevo el motor. La ciclista a la que adelanto (y dejo temblando) aspira una suculenta bocanada de humo de mi tubo de escape. La ciudad entera se deleita con la música que emana de mi motor, que junto al de cientos de vehículos componen una sinfonía digna de una orquesta de cámara.
Hoy he salido a pasear y un chico se me ha cruzado en bicicleta. Le he torcido la boca mirándole con cara de pocos amigos. Escribiré a la prensa sobre su falta de civismo.
Angulaberria.info no se hace responsable de las opiniones que no estén firmadas por el colectivo editorial de la propia angulaberria. Nuestro deseo es fomentar todo tipo de debate enriquecedor.
- Inicie sesión para comentar
- 1968 lecturas